martes, diciembre 12, 2006

La Cuarta Dimensión

Pulsé la palanca de mando hacia delante, ligeramente... el laboratorio empezó a desvanecerse a mi alrededor....

Paré.

Nada había cambiado, todo estaba exactamente igual que antes.

¡Las ocho y nueve! El reloj marcaba las seis y treintaiuno cuando la puse en marcha, ¡y ahora son las ocho y nueve! ¡y la vela se ha consumido unos centímetros!. Según mi reloj, que ha estado conmigo en la máquina, ¡sólo han pasado unos segundos!.

Ha sido desconcertante ver salir el sol en menos de un minuto.

¡Un caracol corriendo! Y mil flores abriendo sus pétalos para abrazar el nuevo día. Las horas deslizándose presurosas por la esfera de mi reloj de sol, y las flores cerrando sus hojas para la noche. Ha sido maravilloso. Cambios que normalmente tardan horas, han ocurrido en segundos.

Y eso que estoy viajando muy despacio. ¿Qué habría pasado si hubiese ido más rápido?

Comencé a notar como una intoxicación... asi que... pulsé la palanca más hacia adelante, para alcanzar más velocidad.

Mientras iba transcurriendo el tiempo, yo gané experiencia en el manejo de la máquina. Averigué que podía parar por un día, por una hora, o incluso por un segundo, para observar. Y después seguí adelante, uno o dos años más. Así pude ver el mundo cambiado en una sucesión de vistas.

El maniquí de la tienda de enfrente, cambiaba a velocidad vertiginosa sus vestidos. Me quedé mirando uno. ¿Santo dios, eso es un vestido?. Era verdaderamente curioso, y me pregunté hasta dónde serían capaces de llegar las mujeres. Empezó a gustarme, a serme simpático el maniquí. Quizá porque como yo, él tampoco envejecía.

Han pasado trece años... catorce... quince... dieciséis. ¡Pero de improviso, la corriente eléctrica se cortó! ¿Qué había pasado?

Estaba en el año mil novecientos diecisiete.

Me paré.

H.G. Wells.- La máquina del tiempo